continuación...
El primer hombre que entró fue, el Profeta de Dios, Muhammad, (la paz y las bendiciones sean con Él) y cuando le vieron dijeron: !Éste es el elegido¡ Le comunicaron sus deseos de que les aconsejara, y dijo el Profeta (la paz y las bendiciones sean con Él): traedme una gran tela, y sobre ella colocó la piedra en el centro; después cada representante de las cuatro tribus sostendrían una esquina alzando la tela hasta colocarla a la altura necesaria; sólo entonces Él la empujó hacia su sitio. De esta forma se hizo, y una vez más los presentes alabaron su imparcialidad.
Existe un momento crucial en la vida de Muhammad, (la paz y las bendiciones sean con Él) al que llegó después de una larga evolución psíquico-religiosa (caetaní); bien repentina e inesperadamente, al presentársele por primera vez la inspiración profética; en el mes de Ramadán se hizo descender el Corán como guía para los hombres y pruebas de la guía y de la distinción. Quien de vosotros vea el creciente del mes, pues ayune; quien esté enfermo o de viaje, ayunará un número igual a otros días. Dios quiere para vosotros lo fácil y no lo difícil. !Terminad el periodo de ayuno¡ !Ensalzad a Dios por lo que os ha dirigido¡ Tal vez seáis agradecidos, al serle revelada la primera sura.
Parece ser que cuando en los primeros tiempos se apoderaba de Él la inspiración divina, estaba encapotado, envuelto en su manto y parecía un poseso, un vaticinador. En esta situación los relatos, las palabras que habían entrado a formar parte de su inconsciente, revivían de nuevo fragmentadas, deshilvanadas, deshilachadas entrando a formar parte de una nueva vivencia que dejaba hondas huellas en su alma, incluso después del arrobamiento que, para Él, era una realidad incontestable, de un imperativo categórico ineludible durante el periodo mequí.
Muhammad, (la paz y las bendiciones sean con Él) estaba convencido de que todas estas revelaciones procedían de un libro divino, guardado en el cielo, al que sólo llegaban a conocerlo los puros. Aunque Él no llegó a leerlo sí se lo recitaron. Sólo en una aleya medení se especifica claramente que Gabriel es el encargado de la transmisión. Esta revelación casi nunca fue acompañada de visiones, pero cuando así ocurre, como en el caso de la isrá, bendito sea quien hizo viajar a su siervo, por la noche, desde la mezquita sagrada hasta la mezquita más remota (probablemente ésta sea la mezquita de Jerusalén) aquella a la que hemos bendecido su alrededor, para hacerle ver parte de nuestras suras. Cierto, Él es el Oyente, el Clarividente.
Muhammad, (la paz y las bendiciones sean con Él) inició alrededor del año 610 su predicación en Meca. Al principio su único propósito era llamar la atención de sus conciudadanos hacia el monoteísmo; cantando las maravillas de la creación del hombre, decía: "Sólo hay que pedir perdón a Dios por los pecados y recitar frecuentemente letanías de inspiración critianohebreas; hay que evitar el engaño, llevar una vida casta y no matar a las niñas recién nacidas.
sábado, 22 de agosto de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario