Y para terminar me voy a referir a un apartado muy necesario en todo este proceso de la migración -me refiero al control de las especies migradoras-.
Este control es llevado a cabo por medio del anillamiento de las aves. Mediante el anillamiento se conocen las rutas migratorias de las aves, sus cuarteles de invernada y los lugares de cría.
El anillamiento informa también de la tasa anual de mortandad de las poblaciones de aves desde el momento en que conocemos la edad a la que mueren los pájaros. Esto da una idea de la capacidad de reemplazo de una población de aves. Se sabe que , sólo uno de cada cuatro carboneros comunes y una de cada tres cercetas viven más de un año.
En especies de mayor tamaño este reemplazo es más lento, por ejemplo, en los buitres y grandes rapaces, donde los individuos que alcanzan su segundo año de vida tienen grandes probabilidades de vivir mucho más. Como contrapunto estas aves crían pocos pollos todos los años, de ahí que resulte tan peligroso matar grandes rapaces, pues la lenta capacidad de reemplazo de sus poblaciones las conduce rápidamente a la extinción.
El anillamiento de las aves, tiene lugar cuando son jóvenes -en el nido- o como aves crecidas a través de artes de trampeo, especialmente diseñadas para capturarlas sin hacerles daño.
Una vez anillada, el anillador anota el número de la anilla puesta y datos adicionales sobre la especie, la fecha, el lugar, etc,. Todos estos datos son archivados en la oficina de anillamiento en espera de que se comuniquen las recuperaciones de las aves anilladas. Varias cigüeñas anilladas en Cáceres y Toledo aparecieron en invierno en Malí y Senegal y una oropéndola anillada en Badajoz fue encontrada en Massai Oriental (Zaire). En la ciudad española de Melilla, siendo yo vicepresidente de una Agrupación Ornitológica -y debido a los años que estuve impartiendo conferencias ornitológicas por los colegios públicos de esa ciudad- un día se presento un niño con un pajarito muerto que tenía una anilla en su pata, este pajarito era un mosquitero común, que murió debido a causas climatológicas; una vez remitida la anilla a su lugar de origen se nos contestó que el pájaro en cuestión había sido anillado en la isla de Helgoland, que está situada en el Mar del Norte.
Estos pocos datos, evidentemente interesantes, son una pequeña muestra de la aportación española a la investigación científica sobre la migración y biología de las aves basada en la técnica del anillamiento. Quiero manifestar que, naturalmente, es más valiosa la vida de un ave que la información de su anilla. Así pues, nunca se debe matar un ave porque esté anillada -aunque no pueda leerse la inscripción- y siempre deben respetarse las especies protegidas.
A pesar de que son muchos miles las aves anilladas todos los años en España son muy pocas las noticias que se tienen sobre anillas recuperadas y también a que, cuando se encuentran, no siempre se comunica el hecho a la oficina o entidad oficial de anillamientos. Es de gran importancia el mantener informada a estas instituciones sobre las recuperaciones de las aves anilladas, pues todo este costoso trabajo de anillamiento resultaría vano si quien encuentra una anilla no la comunica a estas entidades.
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