Otro problema acuciante para las aves migradoras -independientemente de los obstáculos geográficos- están en los factores adversos del medio natural, como pueden ser la llegada repentina de un frente frío; factores meteorológicos como la niebla, las nubes densas, tormentas, fuertes vientos, etc., que pueden detener a las aves, desorientarlas y desviarlas de sus rutas con el consiguiente perjuicio que esto les causaría.
Los grandes movimientos de migrantes durante ciertas épocas del año proporcionan a algunas rapaces una fuente segura y continua de alimento. El Halcón de Eleonor -Falco eleonare- pasa el invierno en la isla de Madagascar y, su época de cría coincide con la migración otoñal de los pájaros a través del Mediterráneo hasta África, lo cual le asegura un abundante suministro de alimento. Aunque estops halcones llegan a las colonias de cría -desde Canarias y la parte atlántica de Marruecos por las islas mediterráneas hasta Chipre- a finales de abril permaneciendo en ellas todo el verano, no ponen los huevos hasta finales de julio y principio de agosto; al objeto, como dije antes, de que la eclosión de estos coincida con el paso de las aves migradoras, para así tener asegurada la alimentación de sus crías y posteriormente obtener la aportación de grasas suficiente para su retorno a la isla de Madagascar.
Recientemente el ser humano a contribuido a aumentar estos factores de riesgo; muchos biotopos se han visto reducidos en algunas zonas europeas -durante el siglo XIX- debido al desarrollo agrícola. Los grandes tendidos eléctricos resultan trampas mortales para las grandes migradoras como la cigüeña. En África como resultado de la transformación del medio natural a través de la agricultura dio lugar a una progresiva desertización de las sabanas a causa de la sobre explotación del suelo, agravando los problemas derivados de los periodos de sequía. Es muy difícil para las aves encontrar alimentos en épocas de lluvia escasa, y si las reserva de grasas acumuladas para el viaje no es suficiente, las aves pueden verse obligadas a permanecer en África durante la época estival o arriesgarse a perecer durante el trayecto a través de las grandes barreras de arena.
El cada vez mayor uso de pesticidas en África, e incluso avicidas para acabar con las especies granívoras, entre ellas el Quelea y la Tórtola, causan grandes mortandades entre las aves migradoras que comparten sus mismos hábitat. Como resultado tenemos que, indirectamente el efecto acumulativo de los pesticidas y avicidas a través de aves y pequeños mamíferos, causan también la muerte de aves de presa, formando una horrorosa cadena de mortandad.
Y por último dentro de los múltiples obstáculos naturales y menos naturales, no podía faltar uno que constituye el más desagradable problema para las aves migradoras, sobre todo en la cuenca mediterránea, donde el hombre -a pesar de la vigilancia- suelen cazar millones de aves al año, esta matanza sin sentido causa un tremendo impacto entre las poblaciones de aves, y viola flagrantemente las leyes nacionales e internacionales que protegen a las aves; estas leyes sólo resultarían efectivas si se vigila su aplicación y gozan de un fuerte apoyo popular, sería muy importante que desde la más tierna infancia en los colegios se les fuera inculcando a los niños el amor a estas maravillas de la Naturaleza. (continuará)
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