miércoles, 25 de agosto de 2010

LAS MIGRACIONES



El origen de la conducta migratoria de las aves, no es muy arriesgado pensar que diera comienzo en Europa durante la última glaciación, a cuyo término quedaron al descubierto nuevos y productivos hábitat para las aves. Como consecuencia, estas migradoras se adaptaron a un ritmo de vida anual durante el cual ocupa distintos ambientes, compiten con distintas especies y utilizan variadas fuentes de alimentos.
Este acondicionamiento, debido a los desplazamientos, tienen como resultado que su época de cría sea más corta que la de las especies no migradoras. pero, ¿por qué migran las aves?. En la mayor parte de las zonas tiene lugar un cambio anual; en los trópicos entre la época de las lluvias y la época de sequía y, en nuestras latitudes este cambio tiene lugar entre el verano y el invierno. Hay aves que se han adaptado a estos cambios, éstas son las llamadas aves sedentarias. Pero existen otras aves que no han sido dotadas por la madre Naturaleza para sobrevivir en épocas estériles y pobres en alimentos. Éste puede ser el principal motivo de las migraciones de las aves.
Existen otras causas concretas de migración, como le ocurre a la cigüeña de Abdim -Ciconia Abdimi-, que sus desplazamientos están motivados en respuesta a la alternancia de lluvias y sequías en el continente africano, las cuales determinan también la disponibilidad de alimentos.
Las aves, durante la migración, se exponen a grandes y variados problemas. Principalmente se encuentran con la dificultad de que para efectuar esos recorridos deben atravesar tres cordilleras que les crean una barrera de entorno hostil de grandes dimensiones: Pirineos, Alpes y Cáucaso; grandes masas de agua, con gran dificultad para las aves planeadoras, como son los mares Mediterráneo, Báltico, Negro y Caspio. Con desiertos, donde escasean los refugios y los alimentos, podemos pensar lo que les supondrá a las pequeñas y frágiles aves, cruzar los casi dos mil kilómetros de anchura que tiene el desierto del Sahara. otros problemas acuciantes para las aves migradoras, independientemente de los obstáculos geográficos, están en los factores adversos del medio natural, como pueden ser la llegada repentina de un frente de aire frio; factores meteorológicos como la niebla, las densas nubes, tormentas, fuertes vientos, etc., que pueden detener a las aves, desorientarlas y desviarlas de sus rutas con le consiguiente perjuicio que esto les causaría. Los grandes movimientos migratorios durante ciertas épocas del año proporcionan a algunas rapaces una fuente segura y continua de alimento. El halcón de Eleonor -Falco eleonare- pasa el invierno en la isla de Madagascar y, su época de cría, coincide con la migración otoñal de los pájaros a través del Mediterráneo hasta África, lo cual le da un abundante suministro de alimento. Aunque estos halcones llegan a las colonias de cría, desde las islas Canarias y la parte atlántica del reino de Marruecos por las islas mediterráneas hasta Chipre, a finales de abril permaneciendo en ellas todo el verano, no ponen los huevos hasta finales de julio y principio de agosto, al objeto, como dije antes, de que la eclosión de éstos coincida con el paso de las aves migradoras para así tener asegurada la alimentación de sus crías y posteriormente obtener la aportación de grasas suficiente para su retorno a la isla de Madagascar. El ser humano ha añadido factores de riesgo a estos viajes; los biotopos apropiados para muchas especies se han visto reducidos en muchas zonas de Europa durante los siglos XIX y XX, debido a la urbanización y al desarrollo agrícola. Los cables de alta tensión constituyen una trampa mortal para grandes migradoras como la cigüeña -Ciconia ciconia- y el cormorán grande -Phalacrocorax carbo-. El 30% de las cigüeñas alemanas en su primer año de vida mueren electrocutadas en estos cables. Los faros marítimos ejercen una fatal atracción sobre las aves migradoras; durante una noche, sólo en un faro Helgoland en el mar del Norte murieron estrelladas cerca de 1500 alondras.
la transformación del medio natural a través de la agricultura en África, acondiconado a una progresiva desertización de las sabanas a causa de la sobre explotación del suelo, que ha agravado los problemas derivados de los periodos de sequía.
Resulta difícil para las aves encontrar comida en épocas de lluvias escasa. Si carecen de la suficiente reserva de grasa para enfrentarse al viaje, las aves pueden verse obligadas a permanecer en África durante el verano o arriesgarse a perecer durante el trayecto a través de las grandes barreras de arena de este país. El descenso de las poblaciones de colirrojos -Phoenicurus phoenicuros-, y la curruca zarcera -Silvia cominus- parece atribuible a las desastrosas condiciones ambientales en el Sahal.
Cada vez es mayor el uso de pesticidas en África e incluso avicidas , empleados para matar aves granívoras como el Quelea -Quelea quelea-o la Tórtola -Strepcolea senegalensis-, pero que causan la muerte de otras aves migradoras que comparten su hábitat, como la lavandera boyera -Motacilla flava-. El efecto acumulativo de los pesticidas, a través de aves y mamíferos pequeños, causa también la muerte de las aves de presa, como en Egipto, donde el descenso de las poblaciones de rapaces parece atribuible al uso de pesticidas en los campos de algodón.
Otras aves migradoras como las currucas y los Zorzales, se ven también afectados por la disminución de insectos a causa del empleo de insecticidas; las plagas de langostas, por ejemplo, son cada vez menos frecuentes y esto ha repercutido en las poblaciones de cigüeña blanca y cernícalo primilla -Falco naumanni-. los pesticidas no sólo afectan a las aves, sino en la última instancia resultan peligroso para el hombre.
La puesta en cultivo de amplias zonas húmedas desecadas a lo largo de la costa norteafricana y el Sahel, y la esquilmación de los recursos hídricos con destino al cultivo de regadío y la producción de electricidad, afecta directamente a los miles de aves migradoras que encontraban en estos habientes alimento en abundancia y refugio seguro. Por otra parte las zonas húmedas mantienen a menudo recursos piscícolas de importancia para la industria pesquera local que se pierden, no sólo para las aves sino para el mismo hombre.

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