domingo, 8 de agosto de 2010

TERRITORIALIDAD DE LAS AVES

Hace ya muchos años que los hombres de ciencia descubrieron algo sensacional ¡Que las aves no cantan para con sus trinos alegrar la primavera!. Este hecho desde tiempos remotos era cantado por los poetas, cierto, pero independientemente de la poesía que se le quiera echar al canto de las aves, estas lo que hacen con sus cantos, principalmente, es defender las fronteras de sus territorios de presuntos competidores a través de sistemas acústicos.


Todo esto puede parecer una afirmación algo audaz, pero hay pruebas concluyentes que demuestran que la inmensa mayoría de los animales tienen su territorialidad.


Los etólogos, que estudian los tratados de las costumbres, pudieron comprobar que para marcar los límites de sus feudos de caza, los carnívoros lo hacen por medio de sus orines y, así de esta forma como si de hitos se tratara, les indican a posibles invasores cuales son sus dominios; estos hitos serán reconocidos por el animal invasor gracias a su agudeza olfativa.


Algunos mamíferos rumiantes, como el antílope, segregan unas sustancias olorosas con las que van dejando huellas de su paso en las ramas, suelo y lugares por donde transitan, con objeto de avisar su presencia a otros congéneres. Todos los roedores debido a su buen olfato practican este sistema.


Los pájaros aunque quisieran no podrían marcar su territorialidad con los sistemas antes mencionados. Imaginamos, por un momento,a una especie cualquiera de pájaro, siguiendo en el enmarañado ramaje del bosque o entre el follaje de los árboles saltando de rama en rama buscando su territorialidad. Eso sería poco menos que imposible más imposible aún,sería poder seguir esas pistas en pleno vuelo.


¿A qué se debería este hecho? Pues muy bien podría estar en la escasa agudeza olfativa de prácticamente la totalidad de las aves, exceptúo por conocida al Kiwi, ave corredora desprovista de cola , de vida nocturna que vive en los bosques de Nueva Zelanda y se alimenta de lombrices, insectos y moluscos, ya que parece ser que esta singular ave ha conservado con mucha o poca perfección un sentido muy desarrollado en sus antepasados, los reptiles.


Las aves por esta razón sólo les queda para marcar sus territorios dos sistemas: el óptico y el acústico.

Voy a referirme a ellos. El óptico lo tenemos en toda la gama de bellos colores con los cuales las aves pueden cubrir sus cuerpos, pocos animales pueden competir con ellas, exceptuamos algunos insectos o peces del coral.

¿Qué ornamentos puede haber más fastuoso que los de la cola del pavo real? ¿Qué decir de las plumas caudales de las aves del paraíso? ¿Y del pectoral del petirrojo? Diminuto pájaro insectívoro que aparece por los parques y jardines malagueños en el otoño y ya no se marcha hasta principios de la primavera ¿Y qué podemos decir de la policromía del jilguero?. Es muy cierto que del adorno de las aves se podría estar hablando días y días.

Pues bien, todo este arco iris de colores no sólo son maravillosas combinaciones decorativas puestas por el Creador para nuestro solaz y recreo, sino que tiene como misión ser semáforos biológicos `para indicar a congéneres y competidores, su territorialidad.

Puede ocurrir, pongamos por caso, que el petirrojo se acercara a un gran seto con la intención de inspeccionar el ramaje o descender al suelo para iniciar la caza de cualquier invertebrado; si de pronto ve un relámpago rojo intenso sobre su cabeza éste le pondrá en fuga, pues inmediatamente adivinaría a un competidor. Ahora bien, si el seto fuera tan espeso que el "propietario" del pequeño territorio resultara invisible para el invasor ¿Qué ocurriría? Una lucha inevitable que debido a la proximidad de los contendientes no daría tiempo a la huida, sino a la lucha. ¿Resultado? un derramamiento de sangre inútil, con la consiguiente pérdida de energía y quién sabe si de progenitores para la especie.

¿Como evita la Naturaleza esta lucha inútil entre los pájaros? La evita, dotando a las aves de una siringe maravillosa capaz de producir riquísimos y armoniosos sonidos que a la vez son muy penetrantes. Este es el sistema acústico. Cuando oímos al atardecer en los setos de nuestros maravillosos parques y jardines, al no menos maravilloso petirrojo, pensaremos quizá que lo hace para alegrarnos la tarde , pero rigurosas observaciones nos han dicho que el petirrojo canta, al igual que todos los pájaros para que su voz que se oye a centenares de metros, la ponga a salvo de encontronazos belicosos con los machos de su misma especie pregonando al mismo tiempo que esa es su zona de caza y donde espera poder sacar adelante a sus hijos en paz y tranquilidad.
Hemos visto a través de este corto relato, los dos sistemas utilizados por las aves para hacer notar su presencia y llamar la atención de los de su misma especie.

Los cazadores de perdices con reclamo, desde siglos, en el mes de febrero montan su "tollo" o escondite de ramajes, quitan la tela que recubre la jaula y dejan cantar a su macho de perdiz; éste entabla un duelo vocal entre sus congéneres de los alrededores, hasta que el viejo perdigón propietario del terreno al escuchar la voz forastera, dentro de los límites de su feudo, se acerca para expulsar al intruso, momento en que la escopeta del cazador termina de una manera trágica con la vida del viejo perdigón, que se había acercado a ver quién era el galán que rondaba su territorio.

Es una delicia oír la flauta de la oropéndola en la umbría de una chopera. Sus notas frescas, sus trinos inimitables, su voz de plata mezclada con el murmullo de las hojas mecidas por el viento nos está revelando cosas tan profundas como la vida misma. Nos dice también que desde hace años cuelga su nido en la horquilla de esa rama; que viene de las lejanas tierras africanas, que el sitio le gusta, que espera una hembra para compartir su propiedad y que no tolerará a ningún macho que ponga en peligro su felicidad. ¡Cuantas cosas podemos adivinar en el canto de un pájaro?.


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