LA GUERRA DEL RIF Y LA OPINIÓN PÚBLICA INTERNACIONAL

EL PARTIDO COMUNISTA FRANCÉS Y EL PARTIDO DEL RIF.

Al comienzo de los años veinte del pasado siglo, Francia era un imperio colonialista extendido por todas las regiones del mundo. Y como resultado de su extenso experimento colonialista, nació en ella la satisfacción de estar persuadida de controlar las situaciones que inesperadamente sufrieran un cambio radical e inesperado.

De hecho, Francia, basó su imperio colonial por su intuición en mantenerse firme ante la falta de capacidad de cualquier oposición en los más convulsivos sucesos. Asimismo, llevó con frecuencia una alborotada promoción continuada por un pensamiento "carta de Francia a la civilización" que era una forma de hipnotismo para la opinión general francesa y que tuvo el éxito de alejar la propaganda oficial del ocultamiento que les agitaba. Unos alejamientos que se precipitaron acerca de la legalidad de los ataques militares y la ventaja del trabajo colonialista a la larga y a la media, al mismo tiempo que disminuían las dificultades a que se enfrentaban los franceses en sus colonias.

En el discurso propagandístico colonialista se describían estas dificultades como pasajeras e insistía Francia en mantener una política colonialista expansionista. Entonces la opinión pública española seguía con inquietud el desarrollo de la guerra del Rif desde hacía dos años, especialmente, desde la batalla de Anual, el legislador francés casi ignora, precisamente, todo el tema acerca del movimiento rifeño hasta comienzo del año 1925.

Pronto resultó evidente para él que la resistencia rifeña no existió como la propaganda colonialista se esforzó en hacer creer, así como su preocupación ante lo que averiguó sobre las órdenes existentes.La gran superioridad en la puesta en marcha de la opinión general francesa depende del decisivo y eficaz papel que jugó el Partido Comunista Francés en su apoyo a la revolución rifeña. Su campaña fue un apoyo a la oposición del imperialismo internacional y la fuente y clara crítica del colonialismo francés como una política y una práctica, sus movimientos y sus manifestaciones marcaban el trabajo combativo obligado y el ardiente sentimiento revolucionario. Y de extrema credibilidad, la convicción de que la posición del Partido Comunista Francés fue todo por una amistad como expresión de un principio ideológico a causa de la confirmación de la política del Partido.

En otras palabras, el Rif no concedió una oportunidad para el cambio acerca de la existencia del Partido y un desarrollo influyente como una disposición que recientemente apareció sobre el escenario político francés, más de lo que le ofrecía el Partido en defensa de los rifeños.

Debido a esto, el tema rifeño acentuó la circunstancia apropiada para la consolidación del Partido acerca de la obligada práctica de acción política en el marco del sistema comunista de la nueva generación, que busca una posición dentro del ruedo de la lucha política en Francia.

Por una y otra parte, esta era una buena ocasión de los comunistas franceses para lograr el reconocimiento de Moscú, el cual lo consideraba una interesante inversión para la extensión del comunismo internacional, que dependía de un país que poseía colonias y la necesidad de la exigencia del artículo 8 de la ley constituyente para la Internacional Comunista como condición fundamental para las condiciones de sus miembros, y lo que se le exige como preparación de todas sus fuerzas contra el colonialismo y el imperialismo, y el apoyo a los pueblos que se preocupan de la represión y la explotación a causa del avance de los ejércitos del capitalismo salvaje, codicioso y burgués.

Francia a través de sus portavoces propagandísticos anunció que llevaría a cabo la disposición de un cuerpo expedicionario contra los rifeños.

El día 11 de enero de 1925, un periódico escribió: "la orden no significó que se refiera a la repetición de lo que hizo Carlos Martel en los campos de Poitiers, sino que esta vez en las llanuras del Uarga, sobre las faldas de la colina del Rif".

(Carlos Martel, venció en el año 732 a los árabes cerca de Poitiers, salvando a la civilización cristiana y a Occidente de la conquista musulmana).