En el nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo.
La situación se fue complicando de tal forma que algunos musulmanes prefirieron abandonar su patria antes de renunciar a su fe, y emigraron a un país cristiano, como Abisinia, monoteísta, los cuales les acogieron benévolamente. Pero Muhammad, (la paz y las bendiciones sean con Él) no dejó de ver en los emigrados una falta de carácter indigna de quien está seguro de poseer la verdad, de cumplir la misión que le ha sido encomendada por Dios en la tierra.
Por eso cuando años más tarde se unieron a la comunidad islámica instalada en Medina, ésta los recibió fríamente.
Este segundo periodo mequí, fue largo y duro, llegando a tener momentos de gran gravedad, faltando poco para que Muhammad (la paz y las bendiciones sean con Él) fuese asesinado. Pero la protección en bloque de su clan, el hachemí, dirigido por su tío materno Abu Taleb que, aunque pagano, sentía como árabe el vínculo de la consanguinidad, le salvó.
Uno de los primeros que se acogieron a esta religión fue un gran notable de Meca, Abu Bakr, -que más tarde sería el sucesor del Profeta- la paz y las bendiciones sean con Él-. Los coraixíes, cada vez más intranquilos, se iban haciendo más peligrosos conforme pasaba el tiempo. Así que al morir Abu Taleb y Jadiya, Muhammad (la paz y las bendiciones sean con Él) se quedó sin protección y tuvo que huir.
En una feria de Meca, encontró a los habitantes de Yatrib, de donde era oriundo su padre, e hizo un pacto con ellos. Yatrib era un rico oasis del norte, la futura Medina del Profeta, a 400 Km. de Meca, los cuales se comprometieron a protegerle a Él y a sus seguidores incluso con las armas si llegaba el caso. Muhammad, (la paz y las bendiciones sean con Él) fue a predicar con sus primeros discípulos, la palabra de Dios, a la ciudad rival de Meca. En aquella época los habitantes de Yatrib, eran paganos y árabes judaizados, estos últimos claramente estructurados, con sus rabinos y sus escuelas.
La emigración de Muhammad (la paz y las bendiciones sean con Él) y sus seguidores hacia Medina marca la hégira y el comienzo de la era islámica.
Muhammad, (la paz y las bendiciones sean con Él) que hasta entonces jamás había pensado que su doctrina pudiera teñirse con un matiz político cualquiera, parece ser que cambió de opinión ante la contumacia de sus compatriotas, y, abandonando la lógica, aceptó las dos convenciones de Al Aqaba. Desde ese momento la suerte del Islam estaba echada.
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