Perteneciente al dominio de la pradera, aunque transformados por la voluntad del hombre, los labrantíos y campos cubren grandes superficies en las zonas templadas.
Estos diferentes aspectos de la llanura y de las mesetas sin bosques se unen formando un mosaico que reviste un aspecto verdaderamente esplendido en verano.
En estas tierras encontramos multitud de aves que van desde el gorrión molinero hasta la alondra pasando por estorninos, calandrias, escribanos, perdices, codornices, etc,. En esta ocasión me voy a referir a la codorniz.
La codorniz -Coturnix coturnix- pertenece al Orden de las Galiformes, y a la familia de los Fasiánidos, pertenece a una de las ciento ochenta y nueve especies de fasiánidos que existen en el mundo de las cuales siete crían en Europa y otras tres han sido introducidas.
En general son aves de caza semejante a gallinas, de tres tipos de tamaños, grandes, medianos y pequeños; poseen alas cortas y redondeadas, que baten con rapidez en vuelos pesados. Pico corto y grueso; patas robustas, sin plumas y poseyendo algunas espolones. En cuanto a su cola las hay largas como los faisanes y cortas como la perdiz y codorniz. En la familia de los faisanes existe el dimorfismo sexual, es decir, podemos distinguir el macho de la hembra por sus diferentes coloraciones, poseyendo los machos los colores más vivos.
Su alimentación suelen hacerla en el suelo, a menudo en bandadas, preferentemente a base de semillas, frutos, bayas y grano; no despreciando a los insectos como caracoles y gusanos.
La codorníz tiene una longitud de aproximadamente dieciocho centímetros, y es demasiado pequeña para confundirla con cualquier otra ave de caza europea, exceptuando al torillo; pero sí podemos confundirla facilmente con perdices y faisanes jóvenes. Son de costumbres gregarias, viviendo en bandos pequeños, pero constantes, son aves terrestres que vuelan admirablemente y burlan en el aire las garras de las rapaces y la puntería del cazador.
La codorniz de los trigos, característica de los sembrados de Europa y Norte de África, es mayor, pues alcanza el tamaño de una paloma pequeña. Tiene el plumaje delicadamente coloreado de ocre, negro, crema y, amenudo con puntos rojos. Se disimula muy bien entre los trigales y cebadas granadas, o en el fondo de un surco desnudo. Si nota peligro, se pega al suelo y permanece inmóvil, sin hacer ruido, hasta que el pie del paseante o pata del perro la rozan. Vuela casi a disgusto, rasando la vegetación, y no tarda en posarse al abrigo de un seto o de un matorral.
Esta pereza para el vuelo no impide que escape a menudo de sus adversarios humanos o animales, pues corre mucho y se desliza facilmente entre las cañas de los cereales, sin que las ondulaciones de las espigas descubran su presencia.
Actualmente este ave disminuye su población ya que se la persigue sin piedad durante sus migraciones, desde Europa o Asia hacia el sur (África, la India) y cada año millones de ellas han sido entregadas a la comercialización para satisfacer a los aficionados a su carne. Para remediar la reducción de la especie y, sobre todo, en beneficio de las sociedades de cazadores, se han instalado numerosos criaderos para repoblar los cotos de caza.
La codorniz cría en herbazales, bosques espesos y cultivos generalmente de hierba corta; suele nidificar en el suelo. La poligamia del macho le hace no colaborar en la incubación, debiendo ser llevada a cabo por la hembra, la cual sitúa su nido en una depresión superficial con escaso tapizado de hierba y vegetación.
Efectua una nidada a veces dos, desde mediados de mayo a junio; cada nidada consta de siete a doce o seis a dieciocho huevos cada una, los huevos son de ovales a piriformes, es decir en forma de pera; lisos y brillantes de color blancuzco o amarillo cremoso, y fuertemente moteados de color pardo oscuro y claro.
Las codornices se venden como aves de jaula, se bañan como las gallos de monte gustosamente en la arena y escarban con ahínco; cuando llega la época de la migración y pese a disponer de alimentos en abundancia, la codorniz es presa de la inquietud de partir, y revolotea toda la noche en su jaula en dirección al camino imaginario que le conduce al sur, lleno de peligros. Después, durante el día, se encuentra agotada y abatida.
La moderna agricultura es perjudicial para las codornices, ya que la fertilización de los prados permite a los campesinos recoger tres cosechas de hierba con lo cual las aves que nidifican en el suelo no tienen prácticamente tiempo de incubar sus nidadas.
Al hablar de esta ave de caza, me viene a la memoria las veces que las cacé hace años en la zona norte de Marruecos, allá por los sembrados entre Nador y Karia, concretamente en una zona que llamábamos El Boab; no puedo dejar de recordar a las buenas gentes de aquellas tierras, gentes humildes y hospitalarias, gentes del campo, de mirada limpia y actitudes amables; muy buenos ratos que pasamos entre estas agradables personas. Allah, las cuide y proteja
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