jueves, 25 de noviembre de 2010

EL GRÉVOL (Tetrastes bonasia)


El bosque lo encontramos en todas las latitudes, ocupando todavía aquellas regiones donde la hostilidad de los vientos, la temperatura y la sequedad, se reunen aparentemente para destruirlo. Lugares como la Tierra del Fuego, en el extremo austral de América, y al norte de la península de Kamchatka, zonas heladas barridas por espantosos ventisqueros, donde los árboles pequeños, están pegados al suelo y sus ramas retorcidas. El bosque sufre, pero resiste, porque en cualquier bosque se encuentra la gran mansión de los animales , que le dan vida, especialmente las aves.
No puede extrañarnos, por tanto, que estos bosques estén donde estén ofrezcan a los animales pequeños, el abrigo de su suelo blando, de ramas y hojas muertas que se transforman en humus. A los mayores les proporcionan ramas que sirven como perchas , agujeros para nidos, arcos de raíces para madrigueras, abrigo entre las hojas para los que cazan al acecho o huyen del depredador.
Me voy a referir a un habitante del bosque abierto frío, llamado también taiga.
El grévol -Tetrastes bonasia- pertenece al orden de las galiformes, familia tetraónidos; son aves de caza semejantes a gallinas de tamaño mediano a grande, llamadas también gallos de monte.
El grévol es un gallo de monte pequeño, sus partes superiores son pardo grises en los habitantes del norte y pardo rojizas en los del sur; sus partes inferiores son blancas motadas de pardo y negro. En su cola de color gris posee una franja negra, que cuando arranca a volar es reconocido con facilidad debido a esa franja.
Posee una cresta de plumas que eriza cuando se siente perturbado, esta cresta no es muy llamativa.
Habita en grandes bosques ricos en monte bajo, con claro y con lugares separados; normalmente en montañas, a menudo cerca de ríos y arroyuelos.
El grévol, se echa a volar con facilidad, en vez de quedarse acurrucado en el suelo, y posee gran agilidad para moverse entre los árboles. Este ave es territorial, es decir, no tolera en su territorio a un competidor; cuando llega la época de celo realiza dos cometidos: reivindicar los derechos sobre el territorio y atraer a las hembras.
Durante el celo, recuerda en parte a una de las más bellas danzas de amor, preludio al periodo de reproducción que efectúa el urogallo -ave a la cual me referiré en otro trabajo- pues bien los grévols poseen sobre el pecho apéndices cutáneos que se llenan de aire y se hinchan antes de las danzas que preludian el acoplamiento.
Estas aves pueden asimismo, disponer en abanico las grandes rectrices, plumas largas y bien desarrolladas de la cola y usada durante el vuelo, de su cola, al tiempo que se yerguen sobre una rama, al amanecer, con las plumas irisadas de infinitos tintes, reflejos y matices.
El nido está situado dentro de una cavidad en el suelo y debajo de un espeso matorral, generalmente junto a la base del tronco de un árbol.
Comienza la época de cría a mediados o finales de mayo, efectuando una sola nidada que consta de seis a diez huevos, de color amarillento y a veces manchados de pardo rojizo.
La incubación es llevada sólo por la hembra, que incuba constantemente; dos veces al día se toma dos largos descansos durante dicha incubación, para comer y cuidar su plumaje. Durante estas pausas suele cubrir los huevos con hojas muertas; ya a las pocas horas de nacer, se esconden debajo de la madre y pronto dan comienzo a sus intentos de volar picoteando en estos primeros días de vida la comida, que generalmente suelen ser insectos blandos; otro hecho que se observa en la conducta de estos pequeños grévoles, es que siguiendo la costumbre de todos los gallos de monte, escarban y se cubren de arena.
No es conocido si el grévol macho convive durante una etapa de crianza con la hembra y en qué medida se preocupa de la crianza de sus polluelos.
La dieta de estos tetraónidos suele ser en verano, hojas de hierbas y de arbustos, alimentándose en el otoño de bayas, algunas venenosas como la belladona; también comen insectos.
la vivencia del grévol en la espesura del bosque es de tal forma que a los amantes de la naturaleza se les hace imposible disfrutar de su presencia, incluso los datos sobre su supervivencia son confusos debido en gran parte a su ocultismo.
El número de estos ejemplares va cada día en disminución, debido a la tala de las masas forestales.

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