Me referí en un trabajo anterior a los grandes y variados problemas a que están expuestas las aves migradoras, hacía referencia a las rutas geográficas que tenían que cruzar; mares, desiertos y grandes cordilleras. Factores adversos del medio natural y, a las depredaciones sufridas en las épocas migratorias por diferentes especies de rapaces. Pero aún me queda por exponer al más temido problema con que se enfrentan las aves migradoras y no migradoras: el ser humano.
Recientemente el hombre contribuyó a aumentar estos factores de riesgo, muchos biotopos se han visto reducido en algunas zonas europeas, durante el siglo XIX, debido al desarrollo agrícola. Los grandes tendidos eléctricos resultan trampas mortales para las grandes migradoras. En África, como resultado de la transformación del medio natural a través de la agricultura dio lugar a una progresiva desertización de las sabanas a causa de la sobre explotación del suelo, agravando los problemas derivados de los periodos de sequía. Es muy difícil para las aves encontrar alimentos en épocas de lluvia escasa y, si las reservas de grasa acumulada para el viaje no es suficiente, las aves pueden verse obligadas a permanecer en África durante la época estival o arriesgarse a perecer durante el trayecto a través de las grandes barreras de arena.
El cada vez mayor uso de pesticidas en África e incluso avicidas para acabar con las especies granívoras, entre ellas el quelea y la tórtola, causan grandes mortandades entre las aves migradoras que comparten sus mismos hábitat. Como resultado tenemos que, indirectamente el efecto acumulativo de los pesticidas y avicidas a través de aves y pequeños mamíferos, causan también la muerte de las aves de presa formando una horrorosa cadena de mortandad. Y dentro de los múltiples obstáculos, naturales y menos naturales, no podía faltar uno que constituye el más desagradable problema para las aves migratorias, sobre todo en la cuenca mediterránea, donde el hombre caza millones de aves al año.
Esta matanza sin sentido causa un tremendo impacto entre las poblaciones de aves y, viola flagrantemente las leyes nacionales e internacionales que protegen a las aves; estas leyes sólo resultarían efectivas si se vigila su aplicación y gozan al mismo tiempo de un fuerte apoyo popular. Por ello, sería necesario la colaboración y la acción de muchas personas y, no lo olvidemos, el cambio de actitud de muchas otras.
La pregunta más importante que nos formulamos es la siguiente: ¿Cómo se puede atraer a la gente? Yo creo que mediante la ocupación satisfactoria de la juventud en edad escolar en trabajos en contacto directo con la Naturaleza. Dando clases sobre este tema en los colegios parvularios e infantiles, cuando aún el niño está receptivo a todo aquello por lo que siente curiosidad. Más tarde sería difícil despertar un interés duradero.
Quienes sean educadores -en la familia, en la profesión o en los ratos de ocio- puede llevar a cabo una gran y valiosa contribución a la protección de las aves, cuyos efectos persistirán toda una vida o incluso a lo largo de varias generaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario