Los colimbos -alguno de ellos- pasan el verano sobre los bordes del océano Ártico y el invierno a escasos kilómetros solamente, cerca de un lago parcialmente helado, con temperaturas más suaves y menos expuestos a las ráfagas del viento - son aficionados a los peces y a los mares agitados. Suelen atravesar las olas o planear en sus salpicaduras, como un simple ejercicio de entretenimiento, cuando se sumergen permanecen bajo el agua cerca de un minuto, y a veces se han contabilizado tres, propulsándose con ayuda de sus patas palmeadas, lo que le hace moverse con rapidez en inmersión y saliendo a la superficie a una distancia de casi cien metros del lugar donde se sumergió.
El colimbo ártico -Gavia arctica- es algo menor y más rechoncho que el colimbo chico pero más estilizado que el colimbo grande.
Al no salir del agua nada más que para respirar, son capaces, por zambullidas sucesivas de recorrer largas distancias escapando de esta forma a la vigilancia de cualquier depredador; es un ave solitaria aunque a veces viven por parejas, y se agrupan en invierno en pequeños grupos, para resistir mejor los rigores del rocío helado de la noche.
El colimbo ártico cría en lagos grandes y profundos de zonas desnudas o boscosas; su nido lo ubica -normalmente- en pequeñas islas, muy cerca del agua, éste es una excavación superficial sobre una cantidad de elementos vegetales, en él deposita la hembra dos huevos que son incubados por ambos progenitores.
Aparentemente torpes en el vuelo se sabe que en caso de peligro vuelan perfectamente y sobrepasan velocidades que rondan los cien kilómetros por hora.
Son aves ictiófagas que cuando descienden para buscar los peces, pueden obturar sus aberturas nasales en forma de raja y, como todos los grandes buceadores sus patas están situadas muy atrás en su cuerpo, lo cual es una gran dificultad para poder desplazarse en tierra por lo que avanzan arrastrándose.
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